martes, 12 de octubre de 2010

Recién llegado a este ámbito donde todavía no había metido las narices

Qué puedo decir. Si el día tuviera 48 horas de todos modos no me alcanzaría el tiempo para todos los lugares que me gustaría curiosear, temas que investigar, cosas que experimentar.
Pero al fin he decidido que no podía seguir afuera de este ambiente blogger. Las cosas que he leído son harto interesantes y se percibe una comunidad de herreros y recreacionistas que me resulta irresistible. Tenía que intentar entrar en contacto con este mundillo también a través de este medio.
Así que heme aquí, recién llegado, inexperto en estas lides pero con sobradas ganas de escribir (parlotear más bien, una de mis especialidades se diría) y sobre todo de entrar en esta comunidad hasta allí donde se me permita.

A modo de presentación puedo decir que soy un recreacionista hace algunos años y antes de eso me había dedicado a profundizar en la obra de JRR Tolkien, pero realmente siempre me gustó la historia (excepto en la escuela, irónicamente). La Edad Antigua y sus mitologías fueron mis primeros pasos. La épica de Gilgamesh, el inmortal, creo, fue lo que me ató a la historia (gracias, Robin Wood!). De ahí a los mitos griegos, la historia romana, la rica mitología tolkieniana, cuanto más intrincado y complicado mejor, y así fui llegando a los tiempos medievales y al mundo del recreacionismo donde pasé de dar vida a las fantasías (años de rolista, por supuesto) a revivir la historia.


Pero el verdadero caso, y supongo que algunos aquí ya lo saben (acompaño con foto prueba A, jeje), es que soy un obsesionado por las mallas.
En las épocas de oro de los juegos de rol, cuando se organizaban convenciones multitudinarias, llegué a enterarme que había quienes se hacían artesanalmente imitaciones de armaduras de malla con chapitas de latas de cerveza. No me pregunten por qué pero la idea se me quedó clavada entre ceja y ceja y me puse a hacerme una de esas. Enrolé o extorsioné a familiares y amigos y conseguí cientos o miles de esas chapitas. Llegué a hacer un chaleco con ellas que todavía tengo almacenado en alguna parte que no quiero recordar (así de feo quedó).
Pero el hachazo en el cerebro lo recibí el día que ví la primera cota hecha de anillas de alambre. Fue en una covención de la Asociación Tolkien en el 2001, creo. Habré tardado unos 9 meses o un año en terminar mi primera cota, sin anilladora y con las pocas herramientas que tenía a mano.


No mucho después me dediqué a las mallas, como dicen, 24-7. Si he dejado de tejer más de una semana en estos últimos 7 u 8 años sinceramente no lo recuerdo.
En la foto pueden ver mi primera cota y a mi primer cliente, quien la usó para su casamiento. Todo un honor! (y una caradurez mía siendo un absoluto novato, jaja).
En fin, esa es mi historia y aquí consta: la herrería de mallas puede ser un camino de ida del que no hay retorno.

1 comentario:

  1. ¡Bienvenido a estas procelosas aguas por las que te has lanzado a navegar!

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