sábado, 16 de octubre de 2010

Cotas con curvas para guerreras

Y que las hay, las hay. Y si hay guerreras por fuerza deben tener sus cotas. Y si tienen sus cotas, éstas deben ser a la medida, no?

Estos últimos meses estuve husmeando entre los textos arqueológicos, libros de armas y armaduras, papers, etc. para aprender un poco más a conciencia sobre la historia de las mallas. Vaya sorpresa me llevé al enterarme, gracias al propio Burgess, que las cotas medievales se hacían a la medida. Es decir, que seguían hasta cierto punto la silueta del portador, incluso al extremo de tener cierta asimetria en los hombros igual que el caballero en cuestión.
A mi modo de ver eso no es muy necesario. En la práctica y con el gambesón debajo la cota no necesita tanta justeza, pienso. Claro que la práctica no sería la única razón de peso en el trabajo de un armero así que no resulta tan difícil imaginarse otras razones que justifiquen tanto anillito de expansión y reducción repartido por acá y allá.
Así que, si las cotas de hombre se hacían a la medida, cómo no harían lo mismo en el caso de una mujer?
Me cuesta mucho aceptar la idea de que las mujeres nunca fueran a la guerra arma en mano. Vaya, si hasta hubo una especie de "caballera", la archi conocida Juana de Arco! Así que imagino a algunas mujeres guerreras entre las filas, y como tales debían usar cotas, o sea que algún armero tuvo que lidiar con el problema de hacer una cota con curvas más pronunciadas.

Ok, pasemos a la práctica entonces.
Después de rascarme un poco la cabeza se me ocurrió que resultaba más fácil hacer unas "pinzas" (de las que hace un sastre o modista en la ropa) en los lugares apropiados en lugar de empezar a repartir anillos de crecimiento en la malla.
Un sencillo par de uniones o 'costuras' a 45 grados en las caderas hace que la malla pase del diámetro de la cintura al de la cadera de una forma natural.
Después descubrí que incluso esto conlleva una ventaja extra: la cota se apoya más en la cintura en lugar de descansar en un cinturón ajustado y así el peso sobre los hombros se aliviana más fácilmente.
El tema del busto me resultó un poco más complicado porque las mangas estorbaban.
En el primer intento esquivé el problema haciendo una versión sin mangas, jeje



Hay dos pinzas que reducen el diámetro de la cota del busto hacia la cintura, pero con un cuello así de abierto y sin mangas no es tan complicado ponérsela.
Ya para la siguiente ocasión tuve más tiempo de pensarlo y tuve que aceptar de buen grado la idea de dejar un tajo o abertura a un lado de la cintura.
Me explico.
Al hacer las mangas y los hombros más pegados al cuerpo (para que la malla no cuelgue como las alas de una ardilla voladora, como es habitual) es imposible ponerse la cota porque simplemente la parte de la cintura es más angosta que el pecho. Ya que en una mujer suele ser una diferencia bastante notable no valdría la pena dejar tanta malla sobrante en la cintura. Entonces, la solución lógica era hacer lo mismo que se suele hacer en el cuello: dejar un tajo en la malla que se cierra ajustando un cordón de cuero. También he visto que se usa este sistema en las cofias que en lugar de 'ventail' o aleta de malla para proteger la mandíbula sólo tienen la abertura de la cara más pequeña. En ese caso ví que les dejaban un tajo en la nuca que se cerraba con cordones. Lo mismo con los 'mantos de obispo'.
Bien, lo de la cota femenina puede que sea histórico y puede que no (tengo una interesante pero interminable discusión al respecto con el amigo Bogdan, como si discutiéramos sobre las alas de los balrogs!, jaja) pero que es práctico no me cabe duda.
Pasando el cordón de modo que la malla empalme correctamente ni siquiera se nota.
Ya me dirán qué les parece el resultado.




martes, 12 de octubre de 2010

Recién llegado a este ámbito donde todavía no había metido las narices

Qué puedo decir. Si el día tuviera 48 horas de todos modos no me alcanzaría el tiempo para todos los lugares que me gustaría curiosear, temas que investigar, cosas que experimentar.
Pero al fin he decidido que no podía seguir afuera de este ambiente blogger. Las cosas que he leído son harto interesantes y se percibe una comunidad de herreros y recreacionistas que me resulta irresistible. Tenía que intentar entrar en contacto con este mundillo también a través de este medio.
Así que heme aquí, recién llegado, inexperto en estas lides pero con sobradas ganas de escribir (parlotear más bien, una de mis especialidades se diría) y sobre todo de entrar en esta comunidad hasta allí donde se me permita.

A modo de presentación puedo decir que soy un recreacionista hace algunos años y antes de eso me había dedicado a profundizar en la obra de JRR Tolkien, pero realmente siempre me gustó la historia (excepto en la escuela, irónicamente). La Edad Antigua y sus mitologías fueron mis primeros pasos. La épica de Gilgamesh, el inmortal, creo, fue lo que me ató a la historia (gracias, Robin Wood!). De ahí a los mitos griegos, la historia romana, la rica mitología tolkieniana, cuanto más intrincado y complicado mejor, y así fui llegando a los tiempos medievales y al mundo del recreacionismo donde pasé de dar vida a las fantasías (años de rolista, por supuesto) a revivir la historia.


Pero el verdadero caso, y supongo que algunos aquí ya lo saben (acompaño con foto prueba A, jeje), es que soy un obsesionado por las mallas.
En las épocas de oro de los juegos de rol, cuando se organizaban convenciones multitudinarias, llegué a enterarme que había quienes se hacían artesanalmente imitaciones de armaduras de malla con chapitas de latas de cerveza. No me pregunten por qué pero la idea se me quedó clavada entre ceja y ceja y me puse a hacerme una de esas. Enrolé o extorsioné a familiares y amigos y conseguí cientos o miles de esas chapitas. Llegué a hacer un chaleco con ellas que todavía tengo almacenado en alguna parte que no quiero recordar (así de feo quedó).
Pero el hachazo en el cerebro lo recibí el día que ví la primera cota hecha de anillas de alambre. Fue en una covención de la Asociación Tolkien en el 2001, creo. Habré tardado unos 9 meses o un año en terminar mi primera cota, sin anilladora y con las pocas herramientas que tenía a mano.


No mucho después me dediqué a las mallas, como dicen, 24-7. Si he dejado de tejer más de una semana en estos últimos 7 u 8 años sinceramente no lo recuerdo.
En la foto pueden ver mi primera cota y a mi primer cliente, quien la usó para su casamiento. Todo un honor! (y una caradurez mía siendo un absoluto novato, jaja).
En fin, esa es mi historia y aquí consta: la herrería de mallas puede ser un camino de ida del que no hay retorno.